Nunca estás pensando que todo va a cambiar que tu  jornada termina en caos y que no puedes literalmente con lo que estás viviendo; mi papá solía decirme  que nunca dejara de trabajar para no depender de nadie y tuve su más grande ejemplo,  así que aquí estoy, tratando de cumplir todas esas frases,  aunque  hoy me  he dado cuenta que no me hacen mucho bien porque, inconscientemente, quiero cumplirle a mis padres. Hace diecinueve años conocí a mi esposo, nunca imaginé todo lo que conlleva vivir en pareja, en el camino, me dí cuenta que mi falta de límites me iba desgastando, en mi infancia aprendí que ser complaciente y no enojarme era lo que me funcionaba siendo la menor de cuatro hermanos, pero en mi matrimonio me llevó a cometer los más grandes tropiezos de mi vida, tomar decisiones que me llevaron a tener las consecuencias más grandes y dolorosas. Tengo la fortuna de conocer a María hace dieciséis años, ella me ha ayudado a crear de ese caos una nueva oportunidad, a poder reconocer todo aquello que no hice de la mejor forma. En terapia encontré poco a poco equilibrio, aunque no deje de equivocarme, fui encontrando mis frases más dolorosas, me di la oportunidad de trabajar la niñez y lo aprendido de mis padres. La terapia, ha sido un camino de constancia, que, acompañada de la Kinesiología, los cambios se han dado como magia en mi cuerpo. Con todo este trabajo, me siento plenamente agradecida de seguir en el mismo camino con mi esposo, de poder recibir con gran calidez y amor sus abrazos, de poder soltar el control para dejarme guiar por sus pasos, siempre he admirado su fuerza y hoy la valoro más porque de esa fuerza han surgido los cambios más grandes con los cuales nos hemos vuelto a construir en pareja y en familia.  Es hora de poner mi celular en modo avión y entrar descalza a ese lugar que me vio entrar quebrada en mil pedazos y que, con cada sesión, me ha vuelto a unir.